miércoles, 10 de diciembre de 2014

CRÍTICAS (VIII): "MELBOURNE", DE NIMA JAVIDI

Melbourne. Irán, 2014. 91 minutos. Dirección: Nima Javidi. Reparto: Negar Javaherian (Sara); Peyman Moaadi (Amir); Roshanak Gerami (Nazi); Mani Haghighi (Sr. Mosayebi); Elham Korda (canguro). Guión: Nima Javidi; Música: Hamed Sabet. Fotografía: Hooman Behmanesh; Montaje: Sepideh Abdolvahab; Dirección Artística: Keyvan Moghadam. Color. 




INTRODUCCIÓN

Irán ya tiene su Nouvelle Vague. La inmensa influencia de los pioneros de la cinematografía persa, como el enorme Abbas Kiarostami o el represaliado Jafar Panahi, ha dejado paso a un cine con sus propias señas de identidad. De la crítica social de Panahi (el gobierno de su país le condenó a seis años de cárcel por "subversivo") a la poesía de Kiarostami, Irán ha encontrado una nueva manera de expresarse: una que llega desde las clases medias, desde una generación de cineastas que tratan de convencer al mundo que Irán no es sólo un férreo régimen religioso que no duda en ahorcar a sus compatriotas por la cuestiones más peregrinas, sino que también es un país joven que quiere acabar con el absolutismo desde la intelectualidad. Las películas de esta nueva ola de cine iraní muestran todas las paradojas del régimen religioso y es capaz de poner al espectador occidental en la siguiente tesitura: ¿Cómo viviría usted en un país como el nuestro? ¿Qué haría usted si se le presentasen todos estos problemas cotidianos? Y la fórmula resulta.
Asghar Farhadi es el adalid de este nuevo y apasionante cine iraní. Farhadi firma tres obras clave, a cuál mejor: A Propósito de Elly; El Pasado y, sobremanera, Una Separación, una película que logró un hito histórico: que la industria norteamericana le concediese un Oscar a una película iraní, algo así como la bestia negra del gobierno Obama. 





¿QUÉ HARÍA USTED?

Melbourne tiene muchos puntos en común con Una Separación. La película representa el debut en la dirección de Nima Javidi, un hombre curtido en la televisión. Y menudo debut. En Gijón se llevó los premios a la mejor dirección y al mejor guión. También triunfó en el Festival de Cine de El Cairo y gustó mucho en Venecia. Tiene que ver mucho la película de Javidi con el cine de Farhadi. Para empezar, comparten actor principal: Peyman Moaadi, excelso tanto en Una Separación como en Melbourne. Para continuar, introducen la idea de que nuestras vidas se cruzan de manera inesperada y, en el caso de las películas en cuestión, de manera fatal. Que no somos nada sin el prójimo y que la fatalidad aguarda siempre, oscura y viscosa, a la vuelta de la esquina. Es el momento, entonces, cuando llega el dolor, de ponernos a prueba y de reaccionar. De asumir nuestras propias responsabilidades. Da la sensación este nuevo cine iraní de que sólo existe progreso desde el conflicto y desde la libertad individual. Una libertad que es, en sí, un cúmulo de pruebas y desazones. 
Melbourne tiene mucho de Una Separación, pero también mucho de Hitchcock. De hecho, de manera no poco sorprendente, se la ha calificado de thriller. Eso es mucho decir. Pero la cámara sí se mueve desde afuera hacia adentro, como un ojo gigante que oteara nuestras vidas desde la ventana de nuestro salón. ¿Recordáis el inicio de Psicosis?


                                      

                                                       https://www.youtube.com/watch?v=KipIb00IaPk

La cámara hace un barrido sobre una panorámica de Phoenix (Arizona). Entonces la grúa, en dos cortes, se aproxima a una ventana y materialmente se introduce en una habitación. Da la sensación de que una fuerza omnímoda nos observa y puede juguetear con nuestras vidas. 
En Melbourne pasa algo parecido. Una  simple revisión catastral, un hecho cotidiano y burocrático, nos abre las puertas de la casa de esta joven pareja que ha decidido emigrar a Australia, en concreto a Melbourne, la ciudad con el índice de calidad de vida más alto del mundo. Es una pareja de clase media, que vive en una urbanización. No parecen tener problemas económicos. ¿De qué huyen? ¿Qué les empuja a exiliarse? Da igual. Necesitan un cambio de vida. Comenzar de cero. El director nos hace identificarnos con ellos. Podemos sentir su alegría, su nerviosismo ante el giro que están a punto de dar a sus vidas, su ilusión, sus dudas. Un amigo ya se ha exiliado a Melbourne. Les ha preparado el camino. Se comunican con él por videoconferencia. Todo está preparado para el gran viaje. Desmantelan su casa. Sienten el dolor de desembarazarse de cosas tan queridas... y nosotros también sentimos ese dolor.
Una canguro les ha dejado a la niña de los vecinos en custodia durante unas horas para poder hacer unas gestiones. La niña duerme en la habitación de la pareja. Es la niña que ellos no tienen y que, quizás, vaya a nacer en Melbourne. Todo son cuidados para la niña. Se habla en voz baja, se prohíbe llamar al timbre... pero, de repente, cuando creemos que la película se desarrollará con la pareja viajando a Australia, pasa lo inesperado.


                                     

                                           https://www.youtube.com/watch?v=Zs_HnyoG_Gs

Una catástrofe. Algo que, si se desvelara en este blog, sería alta traición. Tendréis que ver la película para saberlo. Algo terrible. Tanto, que pone al espectador al borde de la butaca durante una hora de cine puro, prodigioso, con unos actores en estado de gracia. Y, sobre todo, nos hace preguntarnos: ¿Qué haríamos si fuésemos esa pareja? ¿Qué decisiones tomaríamos? ¿Habría tantas películas como decisiones tomaran los espectadores? 

GUIÓN REDONDO

Melbourne está rodada con nervio, con furia incluso, sustentada por un guión redondo del propio Javidi. Un guión que parece ir escribiéndose conforme pasan las escenas, que da la impresión de no estar cerrado y que admite sugerencias. Es una ensoñación. Todo está planificado, porque la vida de esta pareja ya estaba planificada de antemano. Pero, ¿cómo reaccionar? ¿Realmente se aman? ¿Realmente confían el uno en el otro? Se tenían por personas valerosas pero, ¿lo son realmente? Y, otra vez, ¿qué haría usted en su pellejo?
Melbourne discurre como un ciclón hasta un final magnífico, uno de los múltiples finales posibles de esta historia tan grandiosa como las cosas pequeñas. 


COROLARIO

Melbourne es, sin duda, una de las películas del año. Su director comentó en su estreno que era un ejercicio sobre la responsabilidad de las personas, sobre todo las más jóvenes. Sin embargo, verla nos pone en la picota, nos hace preguntarnos sobre nosotros mismos y, además, parece contar algo más grande que la propia historia principal. Algo que nos sobrepasa y que palpita, fiero, ante nuestras narices. Y esas cosas sólo las transmiten las grandes películas.  


lunes, 1 de diciembre de 2014

CRÍTICAS (VII): "THE ZERO THEOREM"

The Zero Theorem. Reino Unido. 2014. 107 minutos. Dirección: Terry Gilliam. Reparto: Christoph Waltz (Qohen Leth); Mélanie Thierry (Bainsley); Matt Damon (Dirección); David Thewlis (Joby); Lucas Hedges (Bob); Tilda Swinton (Doctora Shrink-Rom). Guión: Pat Rushin. Música: George Fenton. Montaje: Mick Audsley. Fotografía: Nicola Pecorini. Dirección Artística: Jille Azis, Gina Stancu & Adrian Curelea. Vestuario: Carlo Poggioli. Color.




INTRODUCCIÓN

Ya sé. Más de la mitad de los potenciales lectores de esta entrada jamás habrá visto una película de Terry Gilliam y, si lo ha hecho, le habrá saturado tanto que preferirá no revisitar al director norteamericano. Quizás hayan visto El Rey Pescador, monumental viaje al interior del miedo y de la redención. Quizá Brazil, una película extraña sobre la libertad en tiempos de grandes hermanos, una suerte de anticipación de lo que hoy ya es la gran amenaza para la gente común. Para ustedes y yo. Doce Monos, ¿la habéis visto? ¿Difícil, eh? Pero con un sentido del humor implacable. Gilliam no es un director fácil, porque es diferente. Y ya sabéis que lo diferente asusta. Más que ciencia ficción, una terminología absolutamente desfasada, Gilliam rueda, como él mismo lo llama, "realidad ficción". Mientras que la ciencia ficción estuvo instrumentalizada desde un primer momento por los gobiernos más poderosos (fundamentalmente el norteamericano) a modo de experimento sociológico, el género que cultiva el director de Minnesota aglutina todas las realidades posibles y apuesta por una. Ni siquiera se le puede llamar fantasía. 
En The Zero Theorem Gilliam vuelve a mostrar a un hombre, o lo que sea el personaje central, obliterado por una mecánica social que le sobrepasa y a la que opta por no adaptarse. Cuando finalmente lo intenta, sucumbe... o no. Es un Gilliam menor, pero un Gilliam al fin y al cabo. 


DIEZ AÑOS DE PROYECTO

Pat Rushin es profesor de literatura creativa en la Universidad de Florida Centro (UCF en su acrónimo en inglés). También es el guionista de la película. Tardó nada menos que una década entera en escribir el texto. Se basó en el Eclesiastés. De hecho, el pretendido autor del libro canónico, llamado Quoheleth, da nombre al protagonista (Qohen Leth). ¿Qué cuenta el Eclesiastés? Pues algo muy curioso: es una manifestación contra el propio Yaveh, el creador de todas las cosas, dentro del Antiguo Testamento. Algo así como un manifiesto político que carga contra un creador que nos deja solos en esta vastedad con un único destino posible: la muerte. Algo tan insoportable y oneroso que la única salida es no proponerse ningún tipo de objetivo vital, puesto que nos aguarda la nada eterna. 
Así, Rushin escribe un Eclesiastés moderno en el que el ser humano ni es ser ni es humano. El mundo es una distopía atroz, quizá situada dentro de un ordenador y no en el planeta tierra según lo conocemos. Un muro de tecnología nos separa de la piel, del sudor, de las lágrimas. Sólo hace falta romper ese muro para discernir si, en efecto, tras esta sociedad tan cercana a esa distopía hay algo o se extiende el yermo sin fin.

Un texto tan profundamente filosófico era difícil que encontrase director. Pero siempre queda Terry Gilliam. En su pelea sin fin por filmar El Quijote (cabe recordar que incluso comenzó a rodarlo, pero se quedó sin dinero por sus extravagancias), que va camino de convertirse en el Napoleón de Kubrick, Gilliam aceptó el proyecto quizá como recaudación para su proyecto/obsesión. Se desplazó a filmar a Rumanía e Italia (aunque la película parezca rodada en unos decorados fuera del tiempo y el espacio). 



Una compañía tecnológica global, dirigida por una entidad omnipresente e intangible, interpretada por Matt Damon (con un enorme parecido a Philip Seymour Hoffman) pretende demostrar que no existe nada más allá de la muerte y que todo, tarde o temprano, será devorado por un enorme agujero negro. En definitiva, demostrar lo indemostrable o, por el contrario, lo que ya está más que demostrado: que no somos nadie. Nadie más que nosotros mismos. Ese "nosotros" mayestático con el que Leth se refiere a sí mismo. Esa demostración requiere llegar al cerebro de la bestia, un artefacto que aglutina todos los pensamientos de los seres que moran en esa distopía. El mundo debe seguir girando, a pedales si es necesario, hasta que se resuelva el Teorema Cero: el fin de la especie, que ya no somos nosotros, sino unos seres devorados por las redes sociales, el márketing, el ego con mayúsculas, la tecnología. Es el fin de la raza humana como la conocemos. 


AMOR EN LA NADA ABSOLUTA

El amor puede surgir incluso en la nada absoluta. Porque puede que sea cierto que no exista nada más allá de la muerte pero, ¿existe algo más allá de la vida? ¿Algo anterior a la vida misma? ¿Es la vida el resultado de nuestra mente o existe una vida canónica a la que nos adaptamos? Sí. Leth se enamora de Bainsley, una prostituta de esa otra dimensión, la que ha sustituido al mundo según lo conocemos. Aberra el contacto físico. Por el contrario, entrar en su página web ataviado con el traje pertinente permite dar rienda suelta a nuestro yo más profundo, a nuestras fantasías... ¿o son las fantasías de otros, ya que todos estamos interconectados? Una experiencia sublime, mucho más potente que el sexo. 
Como en "Moonriver", Bainsley tienta a Leth a irse con ella y conocer el mundo. Ese mundo que está esperando a la vuelta de la esquina, si es que tal mundo existe. ¿Podrá Leth abandonar la búsqueda del Teorema Cero e irse con ella? ¿Querrá Leth abandonar el proyecto? ¿Podrá romper ese muro y flotar por la nada? ¿Se produjo la llamada que espera sin consuelo Leth en una vida anterior a esta sociedad descarnada?


COROLARIO

The Zero Theorem, como ya decíamos anteriormente, es un Gilliam menor. Más grandilocuente que nunca, más alucinógeno que nunca, pero con los reflejos y la velocidad mental de un señor de 74 años que solo tiene una obsesión: filmar la versión definitiva de Don Quijote. El resto es accesorio, y eso se nota ya que la película pierde nervio por momentos y es irregular y algo densa. Sin embargo, la historia que plantea es tan fascinante, y la manera de rodar de Gilliam tan alucinante que, sinceramente, yo le daría una oportunidad si no la habéis visto ya.