jueves, 23 de abril de 2015

10 ADAPTACIONES MALDITAS: DEL "NOSTROMO" A "EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO"

INTRODUCCIÓN

Inicio hoy un post que es flor de un día. Y, como las flores de un día, espero que su aroma perdure. Sí, ya sé que no es original aprovechar el Día del Libro para escribir algo ad hoc, pero, ¿qué quieren que les diga? Me apetece. 
No será un post sobre grandes adaptaciones de grandes novelas, ni tampoco adaptaciones que fueron un fiasco. Me decanto por, simplemente, adaptaciones que nunca fueron y que a uno le hace chiribitas el cerebro al pensar lo que podían haber sido. Anhelos, sueños y, en algunos casos, obsesiones, que se quedaron en el tintero, bien por falta de presupuesto, bien por la muerte del director antes de iniciarse o terminarse el rodaje. Prepárense para un ejercicio de imaginación, fantasía y ternura. 


1. EL "NOSTROMO" DE DAVID LEAN

En la época de la dominación española, y por muchos años después, la ciudad de Sulaco —de cuya antigüedad da testimonio la lujuriante belleza de sus huertos de naranjos— no había tenido nunca más importancia comercial que la de un puerto de cabotaje con un tráfico.

Así comienza la magistral Nostromo, de Joseph Conrad. El escritor y marino anglo-polaco fue, él mismo, un director de cine en esencia. Sus narraciones están llenas de movimiento. La acción fluye. Los personajes toman decisiones. No es de extrañar que muchas de sus novelas hayan sido adaptadas al cine. Véase Apocalypse Now, que adapta la maravillosa El Corazón de las Tinieblas, o la versión cinematográfica de Lord Jim que dirigió Richard Brooks en 1965.   

Sin embargo, el Nostromo nunca se llevó a la gran pantalla. Principalmente porque David Lean falleció antes de lograrlo. Adaptar la novela de Conrad era una obsesión para el genio británico. Lean lo tenía todo apalabrado: se rodaría en Almería, con guión de Robert Bolt (guionista, por ejemplo, de Doctor Zhivago), fotografía de José Luis Alcaine, y con Peter O'Toole, Marlon Brando (al fin Lean trabajaría con Brando) y Fernando Rey en los papeles principales. 


Entonces, ¿Qué pasó para que Lean no consiguiera rodar Nostromo? Pues el empecinamiento de las compañías aseguradoras, que no quisieron asegurar el rodaje debido a la mala salud de Lean. De hecho, una neumonía se lo llevó un año después de haber iniciado el proyecto. Ni siquiera la decisión del director inglés de invertir todos sus ahorros en la película pudieron salvarla. Y la humanidad se quedó sin, seguro, una obra maestra.


2. EL QUIJOTE DE TERRY GILLIAM

La adaptación de Don Quijote por parte de Terry Gilliam no es, en puridad, un proyecto fallido. El director de Minnesota intentó el año pasado por séptima (!!) vez el rodaje de su proyecto maldito. En este caso, John Hurt es Don Quijote y Johnny Depp (!!) es Sancho (supongo que sin panza). Me temo que El Quijote de Gilliam nunca saldrá a la luz.

Cuando más cerca estuvo Gilliam de plasmar su proyecto en imágenes fue en el año 2000. El director consiguió una financiación de 32 millones de dólares y comenzó el rodaje en Madrid, Aragón y Navarra. Jean Rochefort sería Don Quijote. Sin embargo, estas son sólo algunas de las calamidades que soportó el rodaje:
-Los cazas procedentes de la base aérea de las Bardenas Reales no dejaban de sobrevolar el set.
-Los continuos cambios de luz hacían impredecible el rodaje.
-Una tormenta destruyó parte del set y dañó varios aparatos.
-A Jean Rochefort se le diagnosticó una hernia de disco por sus esfuerzos al bajar y subir del caballo.

El desquiciante rodaje se plasma en un estupendo documental: Lost In La Mancha.



No sólo los infortunios frustraron el proyecto. Las excentricidades de Gilliam, con sus eternas y continuas reescrituras del guión, terminaron por cabrear a los productores (curiosamente, la productora se llamaba Nostromo). Sin embargo, hubiese sido magnífico gozar de la visión de Gilliam del personaje por antonomasia de la literatura española. Un personaje muy de Gilliam, siempre caminando sobre el alambre de la locura. Además, la película combinaría continuos saltos en el tiempo. Gilliam promete estrenarla (ahora sí) en 2016. ¿Se lo creen? Yo espero con fruición ese momento.


3. EL EMBRUJO DE SHANGHAI DE VÍCTOR ERICE

La adaptación de la novela de Juan Marsé se iba a titular La Promesa de Shanghai, para diferenciarla del clásico de Von Sternberg. Andrés Vicente Gómez le encargo al genio vizcaíno la realización del guión en 1994. En 1997, Erice aún no había terminado. En uno de los casos más flagrantes de ignorancia y mercadotecnia, Gómez le arrebató el proyecto a Erice para ortorgárselo a su amigo Fernando Trueba, al que claramente el lirismo de la novela de Marsé le venía grande. Así quedó la película...



Queda para la imaginación  lo que podría haber sido la película de Erice. Hubiese sido su cuarto film (y último, hasta la fecha). Y es que Erice no hace cine, sino un magistral compendio de artes, un fascinante collage repleto de libertad artística, preciosismo estético y ritmo narrativo incomparable. El proyecto de Erice hubiese durado tres horas. Demasiado para mentes como las de Gómez y Trueba. Además, la historia de unos niños embelesados por las aventuras de un viejo maqui en la Barcelona de posguerra se ajusto como guante en mano al universo personal de Erice, que rodó algo parecido en El Espíritu de La Colmena.


4. MERIDIANO DE SANGRE,  DE RIDLEY SCOTT

Confieso que amo a Cormack McCarthy. Pido el Nobel para él, aunque sé que nunca se lo darán. Me gusta su rabia y su brutalidad. Me gusta cómo consigue que nos identifiquemos con personajes detestables. Me gusta su truculencia. Y no me gustan nada las adaptaciones al cine que se han hecho de sus novelas. Aquello de No es País para Viejos era infumable. Y qué decir de La Carretera

Por eso me hubiese gustado ver Meridiano de Sangre, quizá la mejor novela de McCarthy, adaptada por Ridley Scott.  La historia de un grupo de mercenarios que se dedica a eliminar indios es carne de cine. ¿Cuál fue el error de Scott? Anunciar que su película tendría altas dosis de terror, algo que la productora consideró que espantaría (aún más) al público. 

Resulta que James Franco quiere ahora resucitar el proyecto. Me parece de demasiada envergadura para un realizador tan novel. 


5. EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS DE ORSON WELLES

Otra vez Conrad y otra vez El Corazón de las Tinieblas. Si Coppola trasladó la acción a la guerra de Vietnam en un film lisérgico y salido de madre, Welles quería ser fiel a la novela. Ya saben, el viaje psicológico del capitán Marlowe, que navega por el río Congo en busca de Kurtz, un traficante de marfil. 

El Corazón de las Tinieblas hubiese sido la primera película de Welles. La RKO había dado el visto bueno. Él mismo interpretaría a Marlowe. Sin embargo, las pretensiones de Welles, que quería basar la película en tomas subjetivas desde la barcaza y en una voz en off, echaron para atrás a los productores. No fue ese, sin embargo, el detonante de la suspensión del proyecto. La novela de Conrad, que narra la colonización y exterminio de las tribus africanas de las orillas del Congo, les sonó demasiado fascista a los productores en pleno ascenso de Hitler. 


6. DUNE, DE ALEJANDRO JODOROWSKI

La psicomagia, el surrealismo, la patafísica... el chileno Alejandro Jodorowski es una de las mentes más lúcidas del siglo XX. Su universo casaba a la perfección con una obra no menos surrealista: Dune, de Frank Herbert. 

La traslación de una sociedad feudal en el siglo 2020 debía tener una adaptación cinematográfica acorde a tan deliciosa aberración. Jodorowski se puso manos a la obra después de que una voz le dijera en sueños que estaba predestinado a rodar la película. El elenco iba a ser de órdago: el dibujante Moebius realizó el storyboard y se hubiese hecho cargo del vestuario. 


H. R. Giger, creador de la mítica nave Nostromo (un nombre recurrente en nuestro repaso...) de Alien, diseñaría los decorados. Pero no acaba ahí la cosa. Orson Welles interpretaría al Barón Harkonnen y, agárrense, Salvador Dalí hubiese sido el Emperador de la Galaxia. Para rematar, Pink Floyd hubiese compuesto la banda sonora. 

Tanto despiporre comenzó a engrosar el presupuesto hasta que se desbordó y, por tanto, la productora desechó un proyecto que podría haber sido uno de los hitos de la ciencia ficción.


7. CITA CON RAMA DE DAVID FINCHER

David Fincher es, junto a Darren Aronofsky, el mejor director que haya dado Hollywood en los últimos años. Noqueó al personal con la gigantesca Seven. Su carrera fue in crescendo hasta que tuvo ínfulas de genio. Así que quiso llevar al cine nada menos que Cita con Rama, de Arthur C. Clark, una de las cimas de la literatura de ciencia ficción. 

El argumento se las trae: a mediados del siglo XXI un asteroide que se acerca a la Tierra es detectado por los radares. Unos astronautas viajan hacia él para interceptarlo y descubren que, no sólo es una construcción extraterrestre, sino que contiene un universo paralelo. Tela marinera...

Fincher quería gastarse 165 millones de dólares en la película. Demasiado para las (terrenales) productoras del star system que no quieren gastarse ese dineral en una película existencial. 

Fincher, por cierto, también vio frustrada (de momento) su intención de adaptar 20.000 Leguas de Viaje Submarino. Lo que decimos: ínfulas de genio. 


8. EL MANANTIAL DE MICHAEL CIMINO

Si a Fincher se le fue la pinza después de sus primeros éxitos, qué decir de Michael Cimino. El Cazador fue la gran sensación del nuevo cine americano (aunque le sobre la mitad de la película) y Cimino comenzó a ser considerado una estrella. Así que no se le ocurrió otra cosa que adaptar la novelaza de Ayn Rand El Manantial. Pero, si ya hay una versión y es una obra maestra, ¿por qué hacer otra?


                             


La historia de Howard Roark, un arquitecto, un creador libre, que quiere transformar la sociedad con su arte y lucha contra los poderes establecidos, fue llevada al cine por King Vidor en 1949. Con una Patricia Neal más bella que nunca, y un Gary Cooper sorprendentemente creíble, la película como la novela, es abrasadoramente intelectual, riquísima en su mensaje. No hacía falta hacer otra. Esta es insuperable.

Aún así Cimino, en plena megalomanía, se atrevió a escribir un guión... que se quedó en un cajón. Él mismo se encargó de autodestruirse rodando La Puerta del Cielo, un western de 4 horas de duración que supuso un leñazo en toda regla y el fin de su carrera. No es que me alegre, pero al menos la de King Vidor sigue siendo la única y enorme versión de El Manantial.


9. HAMLET DE ALFRED HITCHCOCK

Sí. Es cierto. Hitchcock quiso hacer una versión moderna de Hamlet. ¿Suena bizarro, verdad? Quizá porque lo sea. El genio del suspense (y de muchas otras cosas) contaba con Cary Grant para hacer de rey de Dinamarca... en el Londres del siglo XX. Hitchcock llegó a describir su proyecto como un "drama psicológico" (obviamente) y se deslizó que Grant//Hamlet acudiría asiduamente a un psicoanalista en cuyo diván declamaría el eterno soliloquio. 

Sin embargo, las chanzas de la prensa tras la filtración del proyecto hicieron ver a Hitchcock que rodar Hamlet (en realidad, llevaba el título provisional de La Vida de Keir Hardie) podría ser un accidente demasiado grave en su carrera. Además, un tal Irving Fiske, que había leído las intenciones de Hitchcock en la prensa, demandó al director por plagiar una obra suya: Hamlet en Inglés Moderno. Para evitar incluso una pérdida considerable de dinero, Hitchcock desechó el proyecto. Lástima, ¿verdad?


10. EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO, DE VISCONTI

Y, para rematar, la repanocha. Adaptar no una novela, sino un conjunto de novelas. Eso es lo que quiso hacer Luchino Visconti con la monumental obra de Marcel Proust, inabarcable casi por la imaginación, como para que el ojo pudiese asumirla. Una locura que, no obstante, obsesionó al director de El Gatopardo. Visconti se pasó diez años siguiendo las huellas de Proust en París y Normandía. Aseguró tener un guión y afirmó que la película duraría cuatro horas. Greta Garbo, Silvana Mangano y Helmut Berger serían los protagonistas. Ningún productor en sus cabales aceptaría tamaño desafío y, muy probablemente, la ruina. 

Sin embargo, Visconti llegó al final de sus días creyendo fervientemente que el proyecto era viable... que En Busca del Tiempo Perdido sería su canto del cisne. Se equivocaba...

jueves, 9 de abril de 2015

CRÍTICAS (XI): "PRIDE", DE MATTHEW WARCHUS

Pride. Reino Unido. 2014. 119 minutos. Dirección: Matthew Warchus. Reparto: Ben Schnetzer (Mark); George MacKay (Joe); Paddy Considine (Dai); Dominic West (Jonathan); Andrew Scott (Gethin), Imelda Staunton (Hefina); Bill Nighy (Cliff); Faye Marsay (Steph). Guión: Stephen Beresford. Música: Christopher Nightingale. Fotografía: Tad Radcliffe. Montaje: Melanie Oliver. Dirección Artística: Andrea Matheson, Mark Raggett & Liz Griffiths. Vestuario: Charlotte Walter. Color. 





INTRODUCCIÓN

En 1982 Margaret Thatcher mandó sus tropas contra Argentina para conservar el dominio británico de las islas Falkland, Malvinas para los castellanoparlantes. En el alborear del verano de 1984, Margaret Thatcher envió sus tropas para sofocar la huelga de los mineros galeses y escoceses. El cerebro de Maggie funcionaba así. Ante la crisis de imagen, crear un conflicto en un lugar en pleno Atlántico o en la periferia del terruño contra gentes que, en realidad, al inglés medio le traen sin cuidado: argentinos, galeses o escoceses. Y, si son mineros, ni les cuento... 
Pride pasa de puntillas por la huelga minera, durísimamente sofocada por el gobierno, y se centra en la historia real de la colaboración entre un grupo de gays y lesbianas del Soho, todos muy chic, y los mineros de un pueblo del sur de Gales. Quiere hablar la película de la peor de las discriminaciones: la que tiene su origen en la piel. No me refiero al color, sino a lo glandular, a lo aparente. No se discrimina a los gays por sus tendencias sexuales, sino porque son considerados "sucios". No se discrimina al minero por su trabajo, sino porque éste es desarrollado con las manos, algo que no acaba de gustar a los pulcros y melifluos. Los mismos que se han inventado el término "perroflauta" para las gentes que salen a la calle a reclamar sus derechos. ¿Es el término fruto de esas reivindicaciones? No. ¿Lo es por la manera de vestir? Diría que sí. Las discriminaciones son así de fáciles.
Sin embargo, aunque el magma original sea bueno, la película se queda en nada. Tiene dos problemas esta película: el primero es que da la sensación de que el director no se toma en serio la esencia de la historia. El segundo es esa tendencia tan desagradable de revestir de "buenrollismo" hechos dramáticos en forma o fondo. Desagradable es el término primero me viene a la cabeza, aunque podría utilizar una decena más. 


QUÉ BONITO TODO

Como ocurre con todas las películas, Pride puede verse desde diversas ópticas. Si tiene digestiones pesadas, la película es ideal para un tránsito intestinal apacible. Molesta poco y, como comedieta, se deja ver. Para librarse del diminutivo, no obstante, debería someterse a la arquitectura de las comedias con mayúsculas: no hay nada más trágico que una comedia. La comedia es miserable, ruin, debe despellejar a los personajes, no es complaciente y mucho menos autocomplaciente. Y, además, hay que saber cuándo colar el chiste y, más importante aún, calcular cuánto tiempo se reirá el público. Si se suelta un chiste y se sigue hablando de continuo, las risas no dejarán oír parte del diálogo. En suma: la comedia es el arte de hacer fluir la acción, algo que Pride no consigue. Como dije antes, da la sensación de que Matthew Warchus, prestigioso director teatral en Gran Bretaña, hubiese querido hacer algo más serio con un tema que se las trae. Da el tufo la película de que la productora metió la mano, el brazo y el codo para seguir la estela de The Full Monty o la magnífica Tocando al Viento
La película empieza con un homenaje a Tiempos Modernos, de Chaplin, con ese joven timorato al que incluyen casi a la fuerza en la manifestación a favor de los gays y lesbianas. A partir de ahí, lo que podría haber sido una película instructiva y reivindicativa se convierte en una concatenación de estereotipos. Todo es manido: los gestos, las frases... todo predecible. Todo suena a juego y a artificio, a pesar de que la película se base en una historia real. Con decir que de un hecho histórico como la unión de gays, lesbianas y mineros para enfrentarse a Thatcher, permanecerá este baile rayano en el histerismo...


                                 


Es todo tan chiripitifláutico...


TRASFONDO INQUIETANTE

Sin embargo, como todas las películas, Pride también tiene un trasfondo, en este caso inquietante. En los títulos podemos advertir que la película está financiada por la Lotería Nacional británica, un órgano con no poco poder en las islas. Si uno hila fino, esa huella del gobierno conservador se nota en la película. Hay algo de rancio en todo el metraje. Un mensaje sibilino, algo así como que cualquier lucha política está bien como diversión, si quieren contárselo a los nietos (nunca mejor dicho en este caso) pero, miren, esto de ir contra las normas es algo de gente rara y excéntrica. No merece la pena. Siempre se pierde. Un tufillo retrógrado que ni la interpretación a coro del Bread and Roses, uno de los himnos del movimiento obrero, consigue mitigar.


                                   


No me gusta ese trasfondo neopijo. Tampoco ese final, que no voy a contar, pero que es tan meloso que asusta. Y tampoco que en películas basadas en hechos reales se cuente, como apostilla, qué fue de la vida de los protagonistas. Diablos, esto es cine: cuéntelo, hombre. Que lo veamos. 

En fin. Le alabo el gusto, al menos, al director o a quien haya sido el responsable, de introducir una de mis canciones preferidas de siempre, What Difference Does it Make, de los Smiths. Me rebela más una nota de la áspera guitarra de Johnny Marr que todo el metraje de Pride.


                                 



COROLARIO

Me ha costado un triunfo escribir mi opinión sobre Pride. No es fácil escribir sobre algo visto miles de veces. Les aconsejo hacer todo lo contrario a lo que se cuenta en la película. Después de todo, usted es la revolución.