jueves, 9 de julio de 2015

CINE PARA NOCHES TERRIBLES (II). "Workingman's Death", de Michael Glawogger

Workingman's Death (La Muerte del Trabajador). Austria/Alemania. 2005. 122 minutos. Dirección: Michael Glawogger. Reparto: Trabajadores de Ucrania, Nigeria, Indonesia, Pakistán y China . Guión: Michael Glawogger. Música: John Zorn. Fotografía: Wolfgang Thaler. Montaje: Ilse Buchelt & Monika Willi. Documental. Color.




INTRODUCCIÓN

Me enteré de rebote de la muerte de Michael Glawogger. Fue en abril de 2014 en Liberia. La malaria se lo llevó en cuestión de pocos días. Sentí un pellizco en el corazón al conocer su muerte, porque pocos directores me habían impactado de una manera tan brutal en la última década como el director, fotógrafo y documentalista austriaco. Lo primero que pensé fue qué nueva maravilla estaría rodando en Liberia. En su quijotesco estilo de vida, Glawogger había dicho poco antes de morir que su proyecto no estaría basado en nada en particular. "Daré la vuelta al mundo y volveré con una película", dijo poco antes de iniciar su último viaje. El título provisional de su documental frustrado era "Survivors" ("Supervivientes"). Paradojas del destino. 

Glawogger encarnó lo que todo cineasta debe aspirar a ser: un hombre valiente, comprometido consigo mismo y, por ende, con los demás, incómodo y genuino. Algunos filman comedietas y se llevan la pasta y otros cambian las vidas de las personas que ven sus obras. Glawogger era uno de estos últimos. 

El cuerpo de la obra de Glawogger es la llamada Trilogía sobre el trabajo, que incluye tres documentales: en Megacities (https://www.youtube.com/watch?v=_3R00MWmnsg), de 1998, el autor austriaco muestra la dignidad de trabajadores de grandes urbes como Bombay, Ciudad de Méjico o Nueva York, condenados a ejercer trabajos míseros por una mísera paga. En 2011 Glawogger firmó Whore's Glory (https://www.youtube.com/watch?v=NhgpTrgLYt4), en la que volvía a reivindicar el respeto para prostitutas de países como Bangladesh, Tailandia y Méjico. Pero, sin duda, el pilar sobre el que se asienta la trilogía es Workingman's Death.


ABRUMADOR 

Pude ver el estreno del documental en España en el Festival de Cine de Gijón (por cierto, en mi opinión, la edición de 2005 es la mejor de su historia). La sinopsis ya prometía: cinco historias sobre trabajadores en condiciones severas y que ejercían las labores más ingratas que uno podía imaginarse. Sin embargo, las palabras se quedaron cortas. La manera de narrar de Glaggower, es decir, dónde coloca la cámara, sustentada por una maravillosa fotografía de Wolfgang Thaler, conformaban un espectáculo dantesco a la par que fascinante. Una extraña combinación de atracción casi morbosa y horror. De lección de sociología y podredumbre.



El visionado de Workingman's Death puede llegar a abrumar. Lo que aparece en la pantalla no es ficción, a pesar de que la cuestión de si Glawogger preparaba las escenas o no era recurrente en las ruedas de prensa del director austriaco. Es natural. En una Europa occidental en la que el mundo se reduce a cuatro o cinco estereotipos (cada vez menos, todo hay que decirlo), observar a unos indonesios famélicos transportando sobre sus espaldas, en un ir y venir eterno, toneladas de azufre puede parecer falso. Un montaje. Hemos deshumanizado a medio mundo. Estos trabajadores no son humanos. Ni siquiera el paraje parece terrestre. Pero lo son. Pero lo es.



Las emanaciones ponzoñosas de la mina los matará de manera fulminante. No pasarán de los 35 años, en el mejor de los casos. Son fantasmas (así se titula el capítulo). También lo son estos auténticos hombres topo de una mina de Ucrania. Antiguos estajanovistas, pueden pasarse bajo tierra de sol a sol. Sus cuerpos no son cuerpos. Su lecho es una vía de treinta centímetros de altura.



También se ve, en esta auténtica cámara de los horrrores, a unos obreros pakistaníes que desguazan barcos ya retirados de la circulación. Cuerdas y brazos: esos son sus útiles de trabajo. Mueven piezas que pueden llegar a pesar toneladas, como los esclavos que se supone que construyeron las pirámides. También hay obreros siderúrgicos en China. Pero, sin duda, la palma de lo escabroso y lo miserable se lo lleva el capítulo dedicado a los matarifes y carniceros en un "macelo" de Nigeria. Si existe una plasmación de la gehenna, el infierno de los judíos, es este espacio horrendo, irreal, inmundo... a ojos de un occidental. El ser humano en estado primario: la sangre, los gritos del os animales sacrificados, el humo que procede del asado de la carne... por primera vez en la corta historia de esta bitácora, debo decir que las imágenes PUEDEN HERIR SENSIBILIDADES.



CATARSIS

La cámara de Glawogger es precisa. Debemos hacer un esfuerzo para desentrañar lo que hay detrás de cada plano: cómo se elabora, los esfuerzos precisos para alcanzar la toma ideal, el punto de vista del director, de la persona que maneja ese ojo que, en Workingman's Death, es como el de Dante paseando por el infierno.
Glawogger no juzga. Sólo muestra. Somos nosotros los que debemos juzgar. Este es nuestro mundo también, tan lejos de Facebook. Tan cerca de la piel. No caigamos en la tentación de ser caritativos.  Los derechos de los trabajadores, ya lo sabemos, son cada día menores, precisamente por culpa de los trabajadores. Por su inacción. Porque nos han hecho creer que vale más trabajar una hora al día y cobrar 100 euros al mes que no trabajar. Porque hemos perdido la dignidad. Porque la vida sigue, según dicen. Todos nuestros valores se caen con Workingman's Death. El trabajo no favorece un estilo de vida u otro. Para estos hombres (no aparecen mujeres en el documental) esta es la vida. No existe nada más. El mundo no los escuchará... o sí. Gracias a Michaeel Glawogger, a su valentía, los pobres, lo explotados, los humillados, tienen un poco más de voz. Escúchenla.


IDEAL PARA...

Días en los que uno se cree un miserable por callarse la boca ante sus superiores.