viernes, 14 de agosto de 2015

CINE PARA NOCHES TERRIBLES (III): "La Noche del Cazador", de Charles Laughton.

The Night of the Hunter. EEUU. 1955. 93 minutos. Dirección: Charles Laughton. Reparto: Robert Mitchum (Harry Powell); Billy Chapin (John); Sally Jane Bruce (May / Pearl); Lillian Gish (Señora Cooper); Shelley Winters (Willa Harper); Gloria Castillo (Ruby); James Gleason (Tío Birdie); Evelyn Varden (Señora Spoon); Don Beddoe (Señor Spoon). Guión: James Agee, sobre la novela homónima de Davis Grubb. Música: Walter Schumann. Fotografía: Stanley Cortez. Montaje: Robert Golden. Dirección Artística: Alfred E. Spencer & Hilyard M. Brown. Vestuario: Jerry Bos & Evelyn Carruth. Glorioso Blanco & Negro. 




INTRODUCCIÓN

Regresamos, tras una merecida aunque quizá demasiado prolongada pausa vacacional, con este serial dedicado a las películas ideales para soportar una terrible noche de verano. Y lo hacemos con una película que no sólo es una obra maestra sino que, además, es una  reivindicación en toda regla. 

Conocido es el axioma de Hitchcock: "Nunca se debe trabajar con niños, con animales ni con Charles Laughton". Ese dardo a uno de los grandes actores de todos los tiempos, ese escarnio público, multiplicado por mil al haber sido pronunciado por un genio, tiene su contestación en La Noche del Cazador. Laughton se tomó su tiempo, pero la venganza fue dulce. No vamos a ser tan snobs de decir que la mejor película de Hitchcock está dirigida por Laughton, pero sí me lanzo y afirmo que La Noche del Cazador es, al menos, la película que le falta a la filmografía del Rey del Suspense. Y, con rotundidad, aseguro que es la película que la gran mayoría de directores de todas las épocas hubiesen querido filmar.
No se queda en eso la venganza de Laughton. La película está protagonizada por niños aunque la experiencia de Laughton con los pequeños, todo hay que decirlo, no fue para tirar cohetes. Muchas de las expresiones de asombro, terror o susto que muestra Sally Jane Bruce (que interpreta a Pearl, rebautizada en España como May por las dificultades de los dobladores para pronunciar el nombre original) no se deben a una interpretación sino a la reacción de la niña antes los gritos y amenazas del director. Como añadidura, una pléyade de animales de casi todas las especies (búhos, conejos, tortugas, pájaros, sapos, caballos... así, por lo alto), salpimientan la mayoría de las escenas. El espíritu burlón de Laughton, el mismo con el que hizo las delicias del espectador en sus momentos de mayor esplendor actoral, también transpira en su única experiencia como director cinematográfico. 
La Noche del Cazador fue la única película de Laughton como director. Creo que es mejor así. No se puede mejorar La Noche del Cazador. Laughton volvió al teatro después de rodarla, aduciendo que era su hábitat natural. Sin embargo, su orgullo le impidió decir que, en realidad, se retiraba del cine por las pésimas críticas que recibió en su momento. Una muestra de cómo estaba (y está) la crítica cinematográfica. Porque no ver en los 93 minutos que dura la película que cada plano es magistral es no sólo no tener ni pajolera de cine, sino que implica poco amor por este arte. 


UNA PELÍCULA SIN GÉNERO

¿Es La Noche del Cazador un thriller? Sí y no. ¿Es una película fantástica? Sí y no. ¿Es una película de terror? Sí y no. ¿Es una película metafísica? Sí y no. La Noche del Cazador es cine. No le den más vueltas. Prueben a bajar el volumen de la televisión y entenderán perfectamente la historia. Es una narración en imágenes. Es poesía en imágenes. 
Charles Laughton hizo algo nuevo al rodar esta película: una suerte de cooperativa gremial en la que todos participaban de todos los problemas que conlleva un rodaje. Y eso que contaba con técnicos de la talla de Stanley Cortez, uno de los operadores de cámara habituales de Orson Welles. Pero todos se pusieron al servicio del bien común. Y eso se nota en la suavidad con la que transcurre la película, con una extraña mezcla de languidez y tensión que la hacen una de las más fascinantes de la historia del cine.  


                                   


DUALIDAD

La historia en La Noche del Cazador no es lo más importante. Es incluso insulsa. Se basa en un superventas de la época de Davis Grubb, un escritor y pintor con querencia al género fantástico. En manos de Laughton se convierte casi en un compendio sobre la condición humana. Un aunténtico depredador, Harry Powell, con evidentes rasgos de megalomanía y esquizofrenia, se hace pasar por un predicador para subyugar a las ignorantes gentes de la América profunda. Un personaje, por cierto, basado en un asesino en serie real: Harry Powers. Su fin: embelesarles, sobre todo a las mujeres, y luego robarles todo lo que puede. Da con una viuda cuyos dos hijos descubren las intenciones de Powell y esconden el dinero de su padre fallecido en un lugar que, obviamente, no diremos para no estropear la película. Tras lavarle el cerebro a la mujer, la degüella e inicia una persecución de los niños con escenas que ya se registran entre las más bellas de la historia del cine. 


                                    

¿Por qué es La Noche del Cazador una película imprescindible para una noche de verano? Pues porque les tendrá sentados al borde del sofá durante una hora y media de pura tensión. Y ese prodigio no sólo se debe a la maestría de Laughton sino también a la interpretación de Mitchum. Pasadísimo pero fastuoso, cada segundo trae una nueva expresión, una nueva mirada, un nuevo gesto. No es un asesino loco. Es el mismísimo mal que se extiende por todo el planeta Tierra. Nadie camina como Mitchum en La Noche del Cazador. Nadie canta como Mitchum en La Noche del Cazador. Nadie aúlla como Mitchum en La Noche del Cazador


                                    

Mitchum interpreta al mal en sí mismo. En ocasiones, parece no tener cuerpo. Se desliza, se arrastra, se cuela por recovecos imposibles. Empuña su navaja de una manera brutal, como si fuese una extensión de su alma. Mitchum adquiere en ocasiones posturas casi inhumanas, muchas de ellas inventadas por él mismo, muchas aconsejadas por Laughton, que de actuar sabía un poco... Robert Mitchum, habitualmente un armario ropero, firma una actuación memorable, que adelanta muchas interpretaciones de seres enajenados, sobre todo al Nicholson de El Resplandor. 
Pero ¿quién es Harry Powell? Powell representa también el mal que todos llevamos en nuestros genes. El mal es consustancial al ser humano. Somos seres duales. La Noche del Cazador es la dualidad. "La mano izquierda es con la que Caín mató a Abel", dice Powell. Amor-odio. 


                                       

Powell es la dualidad. Es el mal, pero tiene momentos de lucidez que le convierten casi en humano. Es por ello que su hijastro, en el momento de la detención de Powell, corre hacia él lleno de compasión. La misma que le falta a los habitantes del pueblo cuando actúan en masa: una horda sanguinaria y terrible, enajenados por una religión que exige la venganza. En este sentido, la religión, tan importante en la vida de Laughton, también es dual: la del Antiguo Testamento, horrible y tiránica, y la esencia pura del ser humano que es, en definitiva, una eterna lucha entre el bien y el mal. Esos tintes religiosos que dominan la película, en ocasiones ridículos, ablandan una historia sin concesiones. 


60 AÑOS NO SON NADA

La Noche del Cazador cumple 60 años. Pero parece que fue filmada ayer. Su ritmo, moderno y trepidante, su planificación, en ocasiones rayana con el cine de animación y, sobre todo, esa forma de iluminar de Laughton, que yo jamás he visto en otra película. No sabría cómo describirla. Esa luz que convierte a los personajes en fantasmas de otro mundo. En reflejos de nosotros mismos. La dualidad, nuevamente... 

IDEAL PARA...

Noches que cierran días bellos. Por aquello de equilibrar... que no todo va a ser buen rollo.